Por Manuel Fontenla*
I. Identidades y partidos.
A contrario de lo que indicaría el sentido común, las épocas electorales, son las peores para el análisis de las identidades políticas, y mucho peor aún, político-partidarias. Lejos de buscar un análisis de las identidades políticas basadas en rasgos históricos, similitudes, diferencias, patrones de repetición, propuestas de transformación, reforma o revolución, programas y plataformas políticas; los actores electorales buscan remarcar a fuego sus promesas de futuro, y el deslinde de los errores del pasado. A su vez, es cuando más se explotan las simplificaciones y las identidades construidas en base al sentido común, al imaginario instituido y al mundo de las encuestas.
Vemos desfilar entonces, una variedad indiscriminada de “Identidades políticas”, todas las cuales se supone, son auto-comprensivas, es decir que no necesitan ser explicadas en su contenido: peronismo, radicalismo, macrismo, derecha, izquierda, ultraderecha, derecha neoliberal, progresismo, etc.
Sin embargo, con el correr de los años, esta caracterización se ha ido desdibujando hasta el paroxismo. Si uno juntara a cinco historiadore/as o político/as o militantes a discutir qué es el peronismo hoy y qué es la derecha argentina hoy, difícilmente, pondrían lograr una cadena de sentidos compartida para cada identidad.
No obstante, esa cadena de sentido se sigue utilizando discursivamente, y mucho más a la hora de ordenarel mapa electoral. Esto es así, entre otras razones, porque estas cadenas de sentido, funcionan en la medida en que conservan algunas oposiciones fundamentales. Por oposiciones fundamentales, me refiero a un pequeño conjunto de ideas fuerza que todavía logran aglutinar una identidad y diferenciar a una fuerza política de otra.
Por eso, para poder mirar críticamente la oferta electoral, evitando el ambiguo juego de las (falsas) identidades autocomprensivas, quisiera proponer un criterio diferente para pensar el mapa electoral de coyuntura. Uno, más ligado al campo de la teoría política, que al de las identidades políticas. Uno, que resista a los nombres, que hoy ya conocemos para las candidaturas. Desde esta propuesta, la nota se ordena en los siguientes pasos.
Primero, proponer que una de esas oposiciones fundantes, una de esas diferencias que hizo que tenga sentido durante medio siglo, la dicotomía peronismo vs anti peronismo, o peronismo vs derecha, es la siguiente: Estado vs Mercado. En segundo lugar, quisiera analizar y proponer, que esta oposición fundamental, “Estado vs Mercado”, ha desaparecido en la historia reciente, generando una crisis en la organización de las identidades políticas en la Argentina. Tercero, si ese diagnóstico es correcto, sugerir algunas preguntas que pueden ayudar a construir un horizonte de salida a esa crisis.
II. La época transparente.
Hubo una época, donde cultura y economía coincidían como proyecto de gobierno. Una identidad partidaria coincidía en grandes rasgos, con una ideología política (es decir, un sentido histórico del futuro social), un modelo económico (para alcanzar ese futuro social) y un modelo de gobierno para liderar ese proyecto. Por ejemplo, el peronismo, en toda su historia, no fue anticapitalista, nunca tuvo esa definición, ni la podría haber tenido por su momento histórico. Pero si tuvo, como parte de su gen fundante, la idea de que la industrialización del país, debía ser hecha por una burguesía nacional. Es decir, no era anti capitalista, pero era anti-extranjerizante. Lo era, en el contexto de su época, donde la oligarquía, la aristocracia, y los poderes económicos hegemónicos, eran extranjerizantes y anti-nacionalistas. De ahí proviene, una de las más fuertes oposiciones fundantes en la política argentina: la de pueblo (peronismo) vs oligarquía (anti-peronismo). El modelo económico, coincida con el modelo cultural. De un lado, la Sociedad Rural Argentina, la oligarquía eurocéntrica, adoradora del imperio británico primero y yanqui luego, el clasismo, la aristocracia, los privilegios. Del otro lado, el pueblo trabajador, los sindicatos, los cabecitas negros, las mujeres con votos, la industria nacional, los derechos sociales, la lucha contra los privilegios.
Ahora bien, esta dicotomía, además de diferenciar las identidades, diferenciaba algo mucho más importante, a saber, la concepción del poder de cada identidad. El lugar, la espacialidad donde cada identidad traducía el poder, donde cada proyecto político tenía, proyectaba y ejercía su poder. Para el peronismo, el poder, su poder, estaba en el Estado. En cambio, para la oligarquía, el poder, su poder, estaba en el Mercado.
Las dos identidades políticas, podían clasificarse en una lucha histórica, a través de la siguiente ecuación, para el peronismo: Estado máximo-Mercado mínimo. Es decir, el Estado nacional era el bastión, el lugar por excelencia para disputarle poder a la oligarquía extranjerizante. El gran espacio de poder, capaz de regular, doblegar, dirigir, al otro espacio de poder contrario: el Mercado. En la ecuación, primaba, el poder político sobre el económico. En cambio, para la oligarquía y sus formas de gobierno la ecuación era exactamente al revés: Mercado máximo-Estado mínimo. El Mercado en su máxima libertad para potenciar el poder económico, y el Estado en su mínima expresión para atenuar el poder político.
Con sus diferencias históricas, con sus matices y grises, entre las décadas de 1940 hasta el inicio de 1990, las identidades políticas, se organizaron bajo esta gran oposición fundante.
III. El inicio del caos
Sin embargo, en la década de 1990, por primera vez en la historia del siglo XX, en la política argentina, se produce una ruptura, un trauma, un episodio que redefinió por completo las identidades políticas, cambio el mapa, confundió los términos, y del cual, todavía no salimos. En la década del 90, el gobierno peronista de Carlos Menem produjo la formula Estado máximo-Mercado máximo. Esta fórmula, significo una alianza de poder que se deshizo de la política, para darle lugar a la economía como forma de gobierno. Por supuesto, que no fue una alianza en términos igualitarios. Todo lo contrario, fue una alianza, de rendimiento y arrodillamiento del Estado frente al Mercado. Pero lo histórico fue lo innovador de ese rendimiento, que no se produjo, a través del achicamiento, reducción, o desestructuración del Estado. Todo lo contrario, el Estado se convirtió en el gran potenciador del Mercado. Los 90, fueron por excelencia, cualitativa y cuantitativamente, la época donde más leyes a favor del mercado se produjeron, donde más reformas estatales a favor de la concentración y el neoliberalismo hubo. En todos los planos de la vida social, en la salud, la educación, las políticas públicas, la cultura, el transporte, el Estado extendió sus ramas, brazos y raíces para llevar el Mercado a todos los rincones.
Sin embargo, la fórmula, Estado-Máximo-Mercado-Máximo, no significo, un borramiento de las diferencias en las identidades políticas, sino un cierre por arriba de ellas. Mal que le pese al jingle histórico “Menem lo hizo”, esta fórmula, no fue una invención argentina, fue la fórmula que el mundo impuso hegemónicamente a través del capitalismo global. Es la fórmula geopolítica resultante de la caída del muro de Berlín, de la posguerra-fría, del inicio del capitalismo financiero, de la globalización en su punto álgido de transformación de las relaciones de poder, de la derrota de las revoluciones históricas del siglo XX.
Desde aquella década, una de las oposiciones fundantes que organizaba las dicotomías identitarias de la política argentina se terminó. En esa década, murieron o mutaron las identidades político-ideológicas, a las identidades económico-políticas. Los 90, inauguran una nueva época, donde todas las opciones políticas se mueven dentro de una alianza de poder entre Estado y Mercado. La década del 90, marca el fin de los proyectos políticos de oposición.
En los últimos 40 años, el modelo político, de gobierno y de liderazgo ha cambiado, pero el modelo económico y de poder, de alianza Estado Máximo-Mercado Máximo, no ha sido desafiado, disputado ni enfrentado.
En otras palabras, las cadenas de significantes, para cada identidad política han variado con los años, y pueden tener un rasgo u otro, pero, en ambos extremos, hay una coincidencia sobre el lugar del poder. O para decirlo de otra manera, a pesar de las diferencias en las identidades políticas y sus significados ideológicos, no hay ya, ninguna disputa por el poder en las alternancias de identidades.Macrismo, peronismo, larretismo, kichnerismo, progresismo, derecha, (¿massismo?), nadie disputa la alianza de poder entre Estado y Mercado. Esa, que fue una de las dicotomías fundamentes de la política argentina, ya no existe.
IV. La soldadura de la alianza
Los reconocidos, Pierre Dardot (filosofo) y Christian Laval (sociólogo) han publicado una maravillosa saga de análisis de la democracia contemporánea[1], con un importante énfasis en criticar las formas actuales del Estado nacional. Para estos, el “Estado ha terminado por asumir y hacer suyas las lógicas del mercado y el capitalismo, como actor local y territorial de la imposición del neoliberalismo”. Por esta razón, dudan
que el Estado nacional, pueda “encastrar” la economía capitalista en el derecho republicano, en la justicia social e incluso en la democracia liberal. Más aun, consideran ilusorio, esperar que el Estado “proteja eficazmente a la población de los mercados financieros, de las deslocalizaciones, de la degradación climática”.
Sin embargo, amén del diagnóstico teórico, en la complejidad de la realpolitik, el Estado y el Mercado, están todo el tiempo en movimiento y en tensión. Con coyunturas favorables a un polo o el otro, con actores históricos y particulares, que empujan y llevan la tensión hacia un lado más que el otro. En la historia política reciente, podríamos marcar hitos puntuales que han inclinado la balanza hacia un lado y el otro. Es decir, disputas políticas que han buscado recuperar el poder del Estado frente al mercado, como fue la cancelación de la deuda externa con el FMI durante el gobierno de Néstor Kirchner, o, en el sentido contrario, la fusión entre Cablevisión y Multicanal, también aprobada en el gobierno de Néstor Kirchner.
Pero al margen de esos movimientos puntuales, que hacen a la contingencia de la política, existe un hito donde se puede leer, histórica y políticamente, la solidez, la soldadura, de la alianza Estado-máximo/ Mercado máximo. Hoy, ese hito, esa unión forjada al calor de los minerales, recibe el nombre de “extractivismo”. En sus inicios, en la década del 90, tuvo otros nombres, como, por ejemplo, “Ley 24.196 de Inversiones Mineras (1993), Ley 24.228 de Acuerdo Federal Minero (1993), ley 25.161 de Valor Boca Mina (1999), “Plan Minero Nacional” 2003-2007, etc. El nombre fue mutando, a medida que fue mostrando su verdadera vocación de poder, por eso, el nombre extractivismo, señala hoy, no (solo) un modelo económico de primarización de recursos naturales, no un modelo económico de despejo territorial, extranjerización de tierras y entrega de materias primas, ni siquiera es el nombre de un modelo socio-histórico, un enclave colonial y patriarcal de violencia territorial, como analítica y contundentemente han mostrado, Rita Segato, Maristella Svampa, Horacio Machado Araoz y tantos otros. No solo eso, el “extractivismo”, ha sido particularmente en nuestro país, el nombre de un desplazamiento en la espacialidad del poder. La alianza entre la territorialidad del capital y la territorialidad del Estado. La soldadura de un paradigma de gobierno-económico tan potente, que, una vez más, ha logrado cerrar por arriba las disputas de las identidades políticas. No casualmente, los 90, marcan de manera conjunta el inicio de la alianza Estado y Mercado, el inicio del extractivismo contemporáneo y la piedra de toque de la crisis política actual.
V.
Para resumir, en la década del 90, el menemismo inauguro una nueva modalidad de alianza de poderes por derecha, de alianza económico-política neoliberal entre el poder del Mercado y el poder en el Estado. La encrucijada electoral, por tanto, no es una elección entre derecha o peronismo. La encrucijada, consiste en que no hay ninguna oferta por fuera de la alianza entre Estado-máximo y Mercado-máximo, que es lo mismo que decir, entre Estado de derecha y Mercado de Derecha. Incluso, como han explicado distintos analistas, el temor a la ultraderecha, representado por Milei en nuestro país, es que, en su máxima expresión, la ultraderecha podría llegar a romper esta histórica alianza de poder fundada por el neoliberalismo. En su afán por destruir el Estado, la ultraderecha, pondría en riesgo uno de los eslabones fundamentales para la implementación territorial de los capitales transnacionales.
Por lo tanto, si este análisis tiene algo de verdad, actualmente no nos encontramos ante una encrucijada de identidades políticas, ni de oferta electoral, sino una encrucijada sobre la concepción misma del poder, sobre su conformación en la historia reciente.En este caso, y mirando más allá de los nombres y el mapa electoral, tal vez, sea pertinente insistir en algunas preguntas ¿Cómo romper la alianza neoliberal de poder entre Estado y Mercado? ¿Es posible romper esa alianza, si se continúa profundizando el extractivismo? ¿En qué otros espacios y territorios se disputa poder actualmente? ¿Es posible un modelo de igualdad y justicia social, en un contexto de profundización del extractivismo? ¿Es posible un nuevo desplazamiento del poder, hacia alianzas no-neoliberales? ¿Cómo rescatar el Estado, del secuestro neoliberal?
Lejos de la retórica, estas son preguntas históricas y políticas concretas, tan históricas, políticas y concretas como las respuestas que vienen dando las comunidades indígenas en Jujuy, en lo que, sin lugar a dudas, excede a una protesta contra una reforma, y se configura, como una lucha por la territorialidad del poder. En ese contexto, de disputas, cortes, represiones, marchas y asambleas, una verdad parece alumbrar en la claridad del alba: si seguimos reforzando esa soldadura, ese candado, llamado extractivismo, difícilmente, haya algún lugar para luchar por el poder.
*Dr. en Estudios Sociales de América Latina. Lic. en Filosofía. Docente, investigador y activista.
[1] La nueva razón del mundo. Ensayo sobre la sociedad neoliberal (2013), La pesadilla que no acaba nunca. El neoliberalismo contra la democracia (2017), en esta última, además, realizan un minucioso análisis de la crisis financiera de 2007. Y, tal vez, el más conocido, “Común. Ensayo sobre la revolución en el siglo XXI (2015)”,