Antes de que existieran computadoras, tablets, celulares con aplicaciones de mensajería instantánea y correo electrónico, las máquinas de escribir fueron los grandes procesadores de textos con los que se escribieron los más importantes libros, las cartas que conectaban a cientos de personas por todo el mundo y la mayor parte de la historia del siglo XX.
El sonido de las teclas, el “clink” al finalizar la línea, su diseño o quizás su encanto vintage hace de las máquinas de escribir antiguas uno de los objetos de coleccionistas más buscados.
En Catamarca, el abogado Marcelo Salazar tiene una gran pasión por estos dispositivos y cuenta con una colección de más de 400 modelos. Para la X edición de la Feria Provincial del Libro montó una suerte de museo en el segundo hall de ingreso al Salón Peregrina Zárate, que se puede visitar hasta el domingo 15 de octubre.
Además de abogado, Marcelo se considera anticuario y no solo colecciona máquinas de escribir, además atesora una diversidad de globos terráqueos y astrolabios antigüos que también se encuentran exhibidos en el espacio.
Gran parte de la pasión que moviliza el acto de coleccionar, proviene de cazar piezas raras y adquirir auténticas joyas. “La pasión del coleccionista no se agota, cuanto más tenés, más querés, más investigás, más estudiás”, comenta Marcelo.
Cuenta que comenzó hace muchos años, “soy hijo de abogado y abogado, siempre hubo máquinas de escribir en mi casa, me comenzó a interesar la temática, comencé a indagar y adquirir máquinas. En Catamarca he encontrado muchas máquinas interesantes”.
Entre las joyas expuestas se encuentra la segunda máquina de escribir de la historia, data del año 1890, y tiene un sistema de escritura no visible, es decir, la persona que escribía no podía ver lo que estaba escribiendo.
Otra es la Bennet, de origen estadounidense, considerada la máquina de escribir más chica, concebida para la mujer que sale al mercado laboral a partir de la dactilografía.
La alemana Mignon es una rareza y solo hay 15 en el mundo. Su sistema consiste en un tutor, lo que sería un lápiz digital hoy, con el que se van eligiendo las letras en un panel y con una tecla se genera la impresión y el espacio.
También hay máquinas de hojalata de los años 50, que si bien son de juguete también son funcionales, máquinas de una tecla, máquinas portátiles y plegables, máquinas muy antiguas con el sistema conocido como “alas de murciélago” por la disposición de las teclas; máquinas de la época del nacionalsocialismo alemán hasta llegar a la popular Lexicon 80, la clásica máquina argentina, que se usaba en la mayoría de los juzgados y oficinas públicas.