Por Juan Alonso
Milei apunta a las emociones no a la comprensión textual y cognitiva. Se trata de un hombre que se compara con un león y dice ser el padre de perros, algunos muertos. Un espiritista que vampiriza la condición humana en un momento crítico del mundo.
Se asemeja desde su definición con un animal y no con la condición humana. Por eso no logra mantener un debate con oponentes políticos: su fuerza vital está concentrada en suprimir al otro a base de derrapes de odio en vez de escuchar razones.
Esto no significa que Milei haya dejado de estudiar y comprender el vacío que produce el mundo tecnificado actual y el declive deshumanizante del capitalismo depredador con sus profundas consecuencias en la vida cotidiana. Él es un depredador de aspecto humano que si logra llegar a la Presidencia destruirá las vidas del 85 por ciento de la sociedad de la Argentina, sin ninguna duda.
¿Por qué?
Todas sus propuestas significan la deriva, la orfandad y hasta la muerte de la mayor parte de la población del país. No hay garantía de acceso a la salud pública, educación, y alimentación con el Estado puesto a castigar y reprimir a la mayoría en beneficio de una casta de no más del 15 por ciento del país.
Milei es parte nodal de esa casta rica y prebendaría: fue empleado de empresas que amasaron millones gracias al Estado. Concibe al Estado para resguardar solo los bienes materiales de los ricos y no la existencia vital de todos en un ámbito de paz social.
El lenguaje de Milei se asemeja a la composición de un dibujo de origen japonés. Comunica por medio de su gestualidad corporal [Manga], su cabello revuelto en escena y una mirada oblicua a la cámara.
La rebelión de Milei está centrada en la negación de lo real. El plan que propone no existe en ningún país de la Tierra. Ni siquiera en EE UU o en el Reino Unido el mercado regula sin intervención estatal. Lo reitero: el tipo de capitalismo de Milei significa el abandono de la mayor parte de la población de la Argentina. Cuando habla de coparticipación y de relaciones internacionales con China y Brasil, ignora que la mayoría de las provincias mantienen vínculos comerciales con ambos países. ¿A quién le venderá la Argentina? ¿O acaso su plan es solo rematar todos los bienes públicos en una reinvención de los ’90?
Ayer se reunieron los funcionarios jerárquicos de EE UU y China en materia comercial y acordaron medidas de convivencia global. Pero Milei define a China como comunista y desprecia cualquier argumento racional. Tiene un lenguaje que va más allá del aspecto intelectual. Encriptado, sin sujeto y predicado, delirante, le habla al espejo de su ego. Y se aprovecha de la indignación y de la inflación que padece la población en una situación con una deuda impagable con el FMI y un boicot de los creadores de precios (multinacionales que controlan los puertos de la Argentina, grandes exportadores de la Agroindustria, especuladores de fondos buitres radicados en EE UU y el Reino Unido con vínculos en la matriz productiva, energética y mediática, y grandes empresarios dominantes del acero, el aluminio, la minería y cadenas de mayoristas y grandes supermercados).
Cuando Milei promete “quitarles al Estado de encima” dice mucho en un momento en que el trabajo no regula la identificación de ideal y realización porque muchos trabajadores son pobres con un salario en blanco. Dicho esto: Milei capta la desesperación de generaciones en el marco de un cambio cultural del sistema capitalista en su propio estallido interno. La libertad tan nombrada por Milei no existe sin justicia social. Él propone el fin de la historia y la destrucción de nuestros valores culturales de memoria, verdad, y justicia. Por eso destroza los derechos humanos y niega los 30 mil desaparecidos con la dictadura genocida.
Su mensaje viene a depredar la vida y amenaza la democracia. No se trata de un ser poco inteligente. Sabe que comunica manipulando las emociones. Su objeto abyecto es el poder.