Por Manuel Fontenla
I. Refranes
“Dime de que alardeas, y te diré de que careces”, reza un viejo proverbio de la sabiduría popular. Jalil festeja, se vanagloria de sus números, sonríe y promete más progreso para la provincia, más mejoras para los catamarqueños. No hay, revisión profunda de lo expresado por la voluntad popular, no hay (todavía) señales de percibir el enorme descontento y malestar en una población con 40% de pobreza. Las elecciones, serán interpretadas (desde la mediocridad y el simplismo) por el oficialismo como hace cuatro años, como un nuevo cheque en blanco, un “voto total”, de total acuerdo y total aceptación.
Sin embargo, detrás de esas risotadas y abrazos, el hilado fino, muestra otra realidad. Jalil, ha perdido mucho en estas elecciones, ha perdido exactamente la mitad de su modelo económico, y más aún, el 100% de su modelo simbólico. Todo su eje de campaña, todo el hartazgo alevoso de publicidad señalando las mil y un maravillas de la inversión minera, y la obra pública gracias a la minería…, todo eso, se estrella contra tres resultados calamitosos para tres aliados y colaboradores de Jalil en el interior. Todos, menos los oficialistas, parecen saberlo: “no todo lo que brilla es oro”.
II. Voto mata billetera
El modelo Jalil tiene su estructura asentada en dos pilares. La megamineria en el interior y la administración pública en la Capital. Es sabido que el segundo es parasitario del primero. Una lógica inaugurada por el Frente Cívico y Social en la década de oro de Alumbrera, en la cual las enormes ganancias mineras, nunca se traducen en bienestar para el interior o la provincia, sino en un brusco aumento de la planta de trabajadores del empleo estatal (contratados, becas, ejecutivo, legislativo, etc.), lo que se traduce a su vez, en capital político para apalancar lealtades y sinergias electorales.
En sus cuatro años, Jalil, nunca aposto por transformar ese circuito donde el interior abastece económicamente a la capital, y la capital convierte ese apoyo económico en poder político. Lejos de eso lo profundizo silenciosamente, mientras, públicamente, construyo un relato anclado en el aumento y mejora de la situación del empleo privado (ínfimo en la macro de Catamarca), la estabilidad económica de la provincia, las pequeñas mejoras laborales, y tal vez, como herencia de un legado corpacista, mejorar la incidencia de las regalías, en el desarrollo de los pueblos del interior.
En esos cuatro años, más allá de los sellos partidarios, Jalil trabajo aceitadamente con los tres distritos mineros por excelencia, Fiambalá-Paula, Antofagasta-Taritolay, Belén-“Telchi” Ríos. Con ellos, hicieron actos, se sacaron fotos, prometieron obras, inauguraron y posaron. Con ellos también, y a partir de sus acuerdos con las transnacionales (Livent, Galaxy, Posco, Liex, MARA), Jalil construyo la mayor parte de su poder simbólico.
Vale la pena realmente insistir en esto. En la capital, Jalil paso los últimos dos años de conflicto en conflicto, con gremios docentes, con salud, con municipales, con la justicia. Frente a eso, todo su relato de éxito, se fundamentó en el manejo de la política minera. Tengamos presente, que la influencia de Jalil en este aspecto fue tan grande, que logró colocar nada más ni nada menos, que a una de sus alfiles en el Ministerio de Minería de la Nación.
Es en este contexto, que los resultados de las elecciones del pasado domingo, son un mazazo para el gobierno actual. Los tres intendentes mineros, perdieron. Los tres intendentes con las cajas de ingresos más grandes, con los mayores aportes, los tres distritos que debían ser la punta de lanza del progreso de la megamineria, los tres que deberían ser sus joyas, los relucientes lentes en los cuales proyectar al mundo el éxito minero de Catamarca, perdieron.
Ahora bien, la honestidad intelectual, implica abrir al menos dos líneas de lectura a este golpazo. Una, la menos probable, es que ese voto signifique un rechazo total a la megamineria. La otra, más probable, es que el voto negativo, represente una muy fuerte crítica, a la forma en que se implementan y administran los proyectos megamineros en el interior. Y este, es el punto realmente ciego de la vorágine y la soberbia oficialista. Cualquier vecino/a de Antofagasta, Belén, Fiambalá, Andalgalá, percibe que el avance empresarial, no se corresponde con las mejoras locales. Peor aún, abundan las situaciones de violencia laboral, la destrucción de puestos de trabajo local, la invasión cultural, y finalmente, la destrucción del entorno natural. A esta altura, es innegable que, más allá de que Jalil pronuncie “cambio climático” cada vez que le acercan un micrófono, su negacionismo en la práctica, se parece bastante al de los candidatos de la ultraderecha.
Por ello, es muy simbólico e importante preguntarse si la manifestación de este enorme rechazo a las gestiones locales en la minería, abre la posibilidad de una impugnación que vaya más allá, es decir, a las raíces mismas del modelo “Catamarca es Minera”.
III. Ni Licencia Social, ni expresión electoral.
Durante los últimos años, fue notaria la búsqueda del gobierno de la “licencia social”, para el avance y la instalación de sus megaproyectos extractivos. Por mucho esfuerzo que hizo, no lo consiguió en los lugares claves como Antofagasta de la Sierra, donde Jalil reconoció la destrucción de la vega del trapiche, y tampoco en Andalgalá, donde tuvo que apelar a la represión para poder romper la resistencia de los vecinos locales, especialmente los de Choya, cuyas fuentes de agua, ya están destruidas.
Sí intentar conseguir esa Licencia Social fue difícil antes de las elecciones, poco permite pensar, que lo sea ahora, que Fiambalá, Antofagasta y Belén, han mostrado un rotundo rechazo al modo como se venía manejando la cuestión.
No se trata de negar los buenos números de Jalil en su re-elección, sino de preguntarse, que hay detrás de cada voto, rompiendo las interpretaciones simplistas del “voto total”. Una buena parte de ese voto, se corresponde también con el estrepitoso fracaso de Fama y Monti, y otro tanto, seguro, con aciertos propios. Sin embargo, el enojo flota en el aire, el descontento y la mirada de reojo, la misma con la que miles votaron a Massa, ante un miedo mucho peor.
Jalil ha ganado las elecciones, pero tiene, debe, registrar el mensaje detrás de esa victoria. Sin eso, el camino para los próximos cuatro años en el Interior, promete más imposición, menos escucha, más represión, más desastre extractivista, menos bienestar colectivo, más concentración del poder, menos crecimiento local, más riqueza extranjera. El rechazo a todo eso, también se expresó este domingo, en la voluntad popular.