Algo en que pensar mientras lavamos los platos: “Fantasmas”

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Por Rodrigo Ovejero

Decimotercera Entrega

A menudo nos encontramos en la fila del banco, echamos un vistazo al reloj y, ante la inmensidad de tiempo que todavía debemos esperar, nos surge la pregunta ineludible ¿Existen los fantasmas? Bien, admito que tal vez no sea la duda que nos asalta siempre en el banco, y que probablemente no encontremos una respuesta a ella mientras depositamos un cheque, pero de alguna manera tenía que empezar esta columna, y esa me pareció tan viable como cualquier otra.

            El arte ha ido configurando las reglas fantasmales a través de innumerables obras, hasta que han quedado establecidos algunos puntos que parecieran ya fuera de toda discusión. En primer lugar, el carácter incorpóreo o etéreo de estos seres, lo cual les posibilita atravesar personas y paredes con apenas alguna molestia menor. Otra característica indiscutible es que un fantasma, para permanecer en este mundo, debe haber dejado uno o más asuntos inconclusos que le obliguen a atenderlos antes de pasar a otro plano. Acerca de la importancia de estos asuntos no hay un consenso, pero por lo general se trata de cuestiones trascendentales como el amor o la venganza. En todo caso, otras tareas pendientes como cerrar la hornalla o pagar la hipoteca no parecen habilitar a la gente a vagar eternamente en esta tierra como alma en pena. Debe existir, sospecho, una oficina celestial encargada de resolver los pedidos de acreditación fantasmagórica.

            Uno de los datos más curiosos acerca de los fantasmas es que, si bien en la mayoría de los casos la muerte de la persona es requisito previo para su existencia, existen excepciones en las cuales se han avistado espíritus correspondientes a gente que se mantenía con vida al momento de la aparición fantasmal. Son espectros ansiosos, como esa gente que empieza a bajar del colectivo antes de que el mismo haya terminado su marcha. Todo el mundo conoce una de esas historias de aparición precoz en el que una persona empieza a despedirse en forma de fantasma antes de que su envoltorio haya dejado de respirar.

            Resulta difícil elegir algo para recomendar en este tema, la cantidad de material es abrumadora. Pero creo que debo nombrar Al final de la escalera, la que considero la primera película moderna del género, y Están entre nosotros, un film tailandés espeluznante. En literatura voy a optar por El traje del muerto, de Joe Hill, y el clásico Cuento de Navidad, de Charles Dickens (aunque el carácter fantasmal de las apariciones es, cuanto menos, discutible).

            En todo caso, todos tenemos nuestra historia de fantasmas favorita. Es esa que contamos al final de las fiestas, cuando la mayoría de los invitados se ha ido y solo queda la gente en la que confiamos, la gente a la que podemos contarle algo así. Porque, a la hora de la verdad, todos creemos en fantasmas.

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